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ENTRE LA TRADICIÓN Y LA DISRRUPCIÓN VISUAL: UNA RELECTURA PICTÓRICA CONTEPORÁNEA

Argentina - 2025

Texto de Carolina Rodríguez Pino

 

El trabajo pictórico que nos presenta Ramiro, se podría situar en la convergencia entre la tradición pictórica post renacentista y los lenguajes visuales contemporáneos, proponiendo una relectura actual de técnicas canónicas e históricas 

Su fascinación por la luz y la manera en que la pintura puede capturar lo inasible del tiempo donde los claroscuros habitan algo más que la representación, nos habla de una atmósfera cargada de presencias silenciosas. Su práctica pareciera que se desarrolla como un puente entre la solemnidad de la pintura clásica y el imaginario visual contemporáneo, en el que conviven el cine, el cómic y las ilustraciones de cuentos infantiles tan característicos de la primera mitad del siglo XX. 

Este proceso de apropiación no es arbitrario, sino que responde a una necesidad intuitiva de construir imágenes que oscilan entre la memoria y la extrañeza, entre lo reconocible y lo inquietante.

 

Desde un punto de vista técnico, la obra se fundamenta en un guiño a la aplicación del claroscuro, con una construcción lumínica que busca no solo conferir volumen y dramatismo, sino también sugerir una sensación de latencia, de algo que está por revelarse.

La materialidad pictórica, trabajada con una paleta cromática restringida, que refuerza esta intención, generando atmósferas densas y espacios de introspección. Sin embargo, dentro de esta aparente solidez, irrumpen objetos y figuras anacrónicas que provienen de un imaginario visual personal, construido a partir de fragmentos propios y de imágenes que resuenan en una posible memoria colectiva. Estas inserciones desestabilizan la lógica interna de la imagen, creando una tensión que obliga al espectador a cuestionar lo que observa.

 

Más allá de la técnica, su trabajo por momentos se nos presenta como un ejercicio de relectura de la tradición pictórica. No se trata de imitar los códigos del Barroco, sino de tensionarlos, de hacerlos vibrar en un contexto contemporáneo. Los objetos extraños que emergen en las pinturas de Valdata, no buscan ser disruptivos de manera evidente, sino que aparecen con sutileza, casi como presencias espectrales que dialogan con la composición sin imponerse. La colisión de temporalidades y referentes visuales genera así una atmósfera de indefinición, un espacio en el que la historia del arte y la cultura visual contemporánea se entrelazan en nuevas configuraciones simbólicas.

Cada obra es un escenario donde el tiempo parece suspendido, donde el movimiento se intuye más que se muestra. La quietud que atraviesa sus pinturas no es casual, sino una decisión consciente de invitar a una observación pausada, casi meditativa. Los elementos extraños que se introducen no buscan ser inmediatamente reconocibles, sino que se esconden en los márgenes, en los pliegues de la composición, esperando ser descubiertos. 

Esta estrategia refuerza la importancia de lo implícito, de aquello que no se dice abiertamente pero que se percibe en la atmósfera de la obra. Al espectador se le exige una mirada atenta, una inmersión en la imagen que va más allá del reconocimiento superficial. En esta búsqueda, la pintura se transforma en un espacio de incertidumbre, donde la extrañeza se filtra de manera sutil y silenciosa.

El cuerpo de trabajo aquí presentado se podria indicar como una exploración de las posibilidades de la pintura como un territorio de evocación y misterio. La tradición y la innovación no se presentan como opuestos, sino como fuerzas complementarias que enriquecen la experiencia visual. La sutil aparición de cuerpos y objetos extraños dentro de cada composición fomenta un tipo de observación que desafía la inmediatez, invitando a una relación más contemplativa y sensorial con la imagen. 

 

Estos objetos, que emergen con una presencia casi autónoma, generan contrastes inesperados en la imagen, desafiando la coherencia interna de la escena. Su materialidad se vuelve un recurso expresivo en sí mismo, reforzando la sensación de extrañeza y de anacronismo. Son elementos que parecen haber atravesado distintos tiempos y espacios antes de llegar a la pintura. Al integrar estos objetos en sus composiciones, el artista busca que el espectador no solo los vea, sino que los perciba como interrupciones en el flujo narrativo de la pintura, como signos de una realidad alterna 

Asi la imagen pictórica se convierte en un terreno de exploración simbólica, donde lo material y lo ilusorio coexisten en un delicado equilibrio. La pintura deja de ser solo una superficie de representación para convertirse en un umbral hacia lo desconocido, un espacio donde la mirada del espectador es fundamental para completar el sentido de la obra.

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